Primera parte. Aquí
Segunda parte. Aquí.
Tercera parte. Aquí.
Octavio Rojas:
¿Cómo se llama la amiga que te presentó a Ramón?
Ramona Maneiro:
Rosa, que le conocía desde que eran chicos. Lo que pasa es que no se acordaba de él. Ella vive en Ribeira y él en Xuño. Se conocieron en bailes, porque antes no había discotecas. (Risas) Cuando vió a Ramón en televisión dijo: "¡Me cago en la leche!", porque ella pensaba que ya no existía. Entonces decidió ir a verle, consiguió su teléfono y le preguntó si recibía visitas. Entonces, como ella me escuchaba en la radio, me dijo: "Moncha, he conseguido hablar con Ramón Sampedro. ¿Por qué no vamos a verle?".
OR:
Pero, ¿por qué te invitó? ¿Habías comentado algo sobre Ramón?
RM:
No lo recuerdo, pero creo que le pregunté si conocía a "ese hombre de Xuño" y ella asintió. No te puedo contar los detalles, porque es una larga historia.
OR:
Yo, más que periodista, me considero alguien que escucha. Si la gente me quiere contar sus cosas, perfecto. Si no, hay que respetar su intimidad. Pero, justamente sobre esos detalles, me interesa saber más.
RM:
De lo que más hablábamos era de mi trabajo, porque era una situación denigrante. Llegaba deprimida a casa de Ramón y me decía: "Estás triste".
OR:
¿Todos los días ibas a verle?
RM:
Cuando aquí en Boiro, sí. Es que, si yo no lo veía, me moría. ¡Estar tan cerquita y no poder estar a su lado! Aunque luego regresaba a mi casa, me fastidiaba cuando por la noche me tenía que ir a mi casa. ¡Qué rabia! ¡Qué triste! ¡Qué pena me daba!
OR:
¿Desde cuando empezaste a verlo a diario?
RM:
Cuando él se vino (a Boiro). Cuando estaba en Xuño sólo podía verlo los fines de semana. Intentaba verlo viernes, sábado y domingo, de las 6 ó 7 de la tarde hasta las 10. Pero los domingos lo iban a visitar sus familiares y yo decía: "Me cago en la leche. ¡Qué rabia!". Me sentía mal, como que estaba estorbando. El domingo es para la familia, ¿y qué hago yo aquí? A Ramón no les gustaba que dijera eso, pero yo me sentía así. Si yo estaba ahí, la familia también se sentía incómoda. Esto se debe a que a Ramón lo respetaba mucho su familia y si tenía una visita, era sagrada. Por eso me daba un poco de cosa estar ahí. Robarle el tiempo de su familia, que no podía ir a visitarlo entre semana. También los sábados iba otra gente que aprovechaba los sábados para ir a visitarlo y yo decía: "¡Me cago en la leche!". (Risas)
OR:
¡Tú lo querías para ti!
RM:
No, no se interprete mal. Es que me daba pena todo. Había gente que quería visitarlo y si estaba yo se tenían que marchar. Eso no podía ser, no podía ser tan egoista. Como el viernes era cuando él se duchaba, yo iba de las 7 a las 10, porque antes nadie podía estar ahí. Yo iba muchas veces. A lo mejor un día que perdía de trabajo, porque iba al médico o por cualquier otro motivo, aprovechaba unos momentos para acercarme y estar ahí. Ya en verano, en mi empresa se trabaja jornada intensiva y tenía la tarde libre. Entonces iba a casa, me preparaba y me iba a ver a Ramón. Entre semana no había tantas visitas, ni familiares y entonces podía estar más tiempo con él. Me lo he pasado un poco apurada, porque no podía ir cuanto yo quería, cuando yo deseaba.
OR:
Desde que lo conociste no dejaste de verlo.
RM:
Nunca. Iba a verlo o nos hablábamos por teléfono siempre.
OR:
¿Te llamaba para que lo fueras a ver?
RM:
No. Lo hacía para que habláramos de nuestras cosas, más solos, por la noche. Para ir a verle no, porque yo iba a verle igual. Era para hablarnos, saludarnos, escucharnos.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario