domingo, noviembre 21, 2004


Una buena teoría, una dura realidad

Después de los espléndidos posts de Juan Varela y Fernando Tricas (1 y 2) sobre la conferencia de Hernando de Soto "Actuando institucionalmente contra la pobreza", que se celebró el 16 de noviembre en Zaragoza, sólo puedo aportar mi visión sobre la propuesta de De Soto basada en conocimientos que pude obtener "sobre el terreno", puesto que provengo de México, uno de los países que el intelectual peruano ha estudiado.

La tesis de De Soto es impecable: el reconocimiento legal de la propiedad de los que menos tienen es la base para romper el círculo vicioso de la pobreza, ya que mediante la normalización de su riqueza se les ofrece la posibilidad de participar de una manera más eficaz en la economía, desatando su potencial como creadores de riqueza y prosperidad.

Por desgracia, en el caso de México, las cosas no han sucedido según lo previsto con el reconocimiento de la propiedad de predios rurales.

Durante la década de los noventas, se realizaron una serie de cambios legislativos para que los micro y pequeños propietarios rurales pudieran cambiar el régimen de sus propiedades.

La adquisición y explotación de predios de uso rural era exclusivo de los ciudadanos de nacionalidad mexicana. Después de los cambios normativos, los campesinos podían explotar de sus tierras de diversas maneras... y eso fue lo que sucedió. Miles de pequeños propietarios aceptaron las ofertas de empresarios agroalimentarios (tanto mexicanos como extranjeros) para alquilar sus tierras.

La trampa consistía en que:
1. Los alquileres eran muy bajos, así que los mismos moradores seguían viviendo en sus terrenos porque el dinero que recibían era apenas para su subsistencia.
2. Los mismos campesinos eran quienes se tenían que encargar de la producción agrícola en las tierras alquiladas.
3. La cosecha tenía que ser vendida a sus inquilinos a precios bajos.

Cabe destacar que el acceso a créditos para la producción, aunque posible, era inviable en las condiciones en las viven millones de campesinos: alejados físicamente a kilómetros de las entidades financieras, sin conocimiento de los términos que se incluyen en los contratos o sin dominio del idioma en el que están escritos, etc.

Uno de los principales argumentos de De Soto para apoyar su tesis es que una vez que se les reconocían sus propiedades a los pobres, éstos no las cambiaban de manos en masa. ¿Para qué? Si otros empresarios obtenían la plusvalía de la producción de sus terrenos sin necesidad de ser sus propietarios.

Esta situación, aunque legal, iba justamente en sentido contrario de la intención de dar la posibilidad a los pobres de ser partícipes de su propio desarrollo y abrió de par en par las puertas a los especuladores.

Aunque es una buena teoría, la de De Soto se enfrenta a una dura realidad que tiene que ser abordada desde diversos puntos de vista: educativo, social, político, además del jurídico y el económico.

Agradezco la invitación a la Fundación Ecología y Desarrollo, y hago un reconocimiento especial a Jesús Llaría por el inteligente acercamiento que tuvo con varios bloguers. Saludos a Fernando y a Juan. Espero poder saludaros a todos muy pronto.

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