No había tenido tiempo de sentarme a escribir un post con miga, pero se está dando una discusión sobre la ética blogueril que no podía pasar por alto.
Se me hace un debate antiguo que podría parecer superado, pero que por algún motivo vuelve de vez en cuando. En este caso se debe a una situación especial que ha dado pie a que un par de figuras de muchísima influencia (Jimmy Wales y Tim O'Reilly) hagan un llamamiento a un código de conducta blogger.
Situación resumida: Kathy Sierra, una bloguera y conferenciante en temas de tecnología recibió amenazas de muerte a través de correos electrónicos y en los comentarios de su blog, así como en los comentarios de otros blogs relevantes (como el de Chris Locke, coautor del "Cluetrain Manifesto").
Primero, hay que recordar que las leyes y las fuerzas de seguridad están para velar por la seguridad de los individuos, los blogueros incluidos.
Segundo, el sentido común debe ser la primera respuesta ante una agresión como la que dio origen a la idea del mentado código de conducta. Me parece que además de aterrorizarse la persona afectada (en todo su derecho), debería haber cerrado los comentarios, haberse puesto en contacto con la policía y luego hablar con los dueños de los blogs que también incluían amenazas contra su persona para que hicieran algo al respecto.
Tercero, el sentido común incluye la discrecionalidad en la difusión que se haga de este tipo de información. Kathy reconoce que el dimensionamiento de esta situación le ha causado más estragos y reconoce que quizás se ha equivocado dándole tanta difusión.
Todo este lío me recuerda al caso de Lucía Etxebarría, quien dejó de escribir en su blog después de haber recibido insultos y amenazas contra ella y su hija. Lo que se comentó en su momento es que quizás había dado demasiada información personal a través de su bitácora y que la difusión de las palabras del troll habían dado lugar a un mayor ensañamiento.
Por fortuna, Lucía y su hija no tuvieron ningún problema e incluso el blog, mantenido por otras personas, sigue teniendo éxito.
Otra situación que me viene a la cabeza es la del trágico rapto del niño canario Yeremi. Sus familiares desesperados han solicitado la ayuda de sus vecinos y han encontrado un apoyo unánime del pueblo, pero también una difusión, algunas veces sensacionalista, de los medios de comunicación.
Por desgracia, en casos de secuestro lo más recomendable es la discreción para intentar mantener la integridad física de la persona privada de su libertad. Ante una avalancha informativa, los captores pueden sentirse presionados y acabar cometiendo una atrocidad, incluso mayor a la que se habían planteado en un inicio, al sentirse perseguidos. Espero que no sea así y que encuentren al niño sano y salvo.
Como he intentado demostrar, algunas veces este tipo de situaciones tienen que ver con la gestión de la comunicación y siempre con la ley y el sentido común.
Algunas ideas bienintencionadas dan pie a las interpretaciones más erróneas.
El espíritu de algunos puntos del código propuesto responden a una situación muy concreta y su extrapolación a la blogosfera no se corresponde necesariamente con la realidad de lo que sucede en todos los blogs.
La blogosfera ha sobrevivido bien autorregulándose. La invitación a legislar específicamente sobre ella (aunque no sea el objetivo explícito de O'Reilly y Wales ya se ha comenzado a hablar sobre esta posibilidad) puede dar pie a la pérdida de un espacio de libertad de expresión que difícilmente se recuperará en internet y que no se obtendrá en ningún otro espacio público.
No demos razones para la censura a partir de casos concretos. Apelemos a las leyes y utilicemos el sentido común antes de abrir puertas que pueden no volver a cerrarse para nuestra desgracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario