domingo, octubre 03, 2004


(5 y última) Entrevista inédita a Ramona Maneiro, compañera de Ramón Sampedro, a propósito de "Mar Adentro" (5 y última)

Primera parte. Aquí
Segunda parte. Aquí.
Tercera parte. Aquí.
Cuarta parte. Aquí.

Octavio Rojas:
¿Cómo era la voz de Ramón?

Ramona Maneiro:
Muy bonita, me gustaba mucho escucharle. Me gustaría tener esa cinta que tiene la juez para verla.


Ramona se refiere al vídeo en el que Ramón Sampedro aparece tomando el veneno que segó su vida y que trasmitió Antena 3 TV. En aquella región de Galicia, la señal de esa cadena no llegaba en ese momento.

OR:
¿Tienes cintas con su voz?

RM:
Sólo tengo una grabada en un pequeña grabadora. Tengo fotos, pero las fotos no hablan. A mí me gusta mucho la fotografía, pero el invento del vídeo me gusta un montón. Los judiciales de La Coruña y la juez dudan y dudarán de que yo nunca he usado una cámara de vídeo en mi vida. Ramón me dijo cómo se cogía. Qué pena que no hubiéramos grabado un vídeo antes.

OR:
Es decir, que Ramón te enseñó a usar la cámara. ¿Qué más te enseñó?

RM:
(Suspiro) Muchísimas cosas. Por ejemplo, me enseñó a no ponerme histérica.

OR:
¿Eso cómo lo hizo? Porque yo tengo que enseñárselo a dos o tres personas. (Risas)

RM:
Es que yo estaba histérica por lo de mi trabajo. Yo soy muy tranquila, pero cuando me tocan las bolitas, pues reacciono como todo el mundo. Yo soy un ser humano más.
Soy rara en ciertas cosas. Ramón me decía que era única y yo le decía que no. El me tenía... No sé, me adoraba. Pero cuando me enfurecía por el trabajo, él me decía que me tranquilizara. Y es cierto, ¿de qué te vale cabrearte si no puedes resolver nada? En el libro que me ha dedicado pone cosas muy bonitas y sobre esto me puso: "Quien menos se enfurece y más resiste, vence". Me lo puso en gallego. Y cuando me enfurecía recordaba lo que él me decía y me tranquilizaba. Eso lo quiero decir: que no me ha comido el coco ni me ha lavado el cerebro. Existen sectas religiosas que sí te comen el coco si te dejas, porque si no te dejas, no te come el coco ni Dios. Y a mí todavía no me lo ha comido nadie y Ramón, menos. Ahora, que yo acepte y crea en sus deseos, lo puede hacer todo el mundo. No hace falta que te lave nadie el coco. Es donde más insisto yo.

OR:
Que era una relación libre.

RM:
¡Total! No sé. Quizás mucha gente piense: "Cómo le comió el coco" o que yo se lo comí a él, que también lo han dicho.

OR:
¿Por qué dicen que le comiste el coco?

RM:
Por marcharse.

OR:
¿Dicen que tú lo convenciste al final?

RM:
Sí. Creo que no lo han publicado, pero algo he escuchado por el aire. De que yo le comí el coco. ¡Qué tontería!

OR:
Después de todo el tiempo que pasó, es absurdo que digan que tú lo convenciste. Cambiando de tema, ¿nunca volvió a salir al mar?

RM:
No, nunca. Desde el accidente, nunca.

OR:
¿No se lo propusieron?

RM:
Una vez, mientras mirábamos en la televisión un trasatlántico enorme y muy lujoso, me dijo que lo habían invitado para que pasara 3 meses ahí y Ramón dijo: "¡Anda ya!". Me preguntó si yo quería ir y le contesté que si no veía tierra firme me iba a dar algo. Si ni siquiera había cogido un avión en mi vida hasta hace poco tiempo que me invitaron a una televisión en Madrid.

OR:
¡Lo que Ramón te hizo viajar!

RM:
Me hizo famosa en televisión. Pero también me advirtió que si al final él se marchaba lo iba a pasar mal. Decía que me iban a implicar. Le respondí: "Ramón, que se vayan a rascar los pies, porque yo no le tengo miedo a eso". Yo pensaba que sería por nuestra relación, no porque él se marchara. Yo escuchaba los cuchicheos de las marujas, pero es que a nosotros nadie podía decirnos nada. ¡Y mira por lo que era! Era por lo de su marcha, ¿quién le ayudaría?

OR:
¿Comenzaron pronto a estar juntos?

RM:
Desde que lo vi en televisión me atrapó un sentimiento diferente. Me gustaba. Sentía un gusanillo por el cuerpo sólo al verle. Cuando fui, mi amiga, que ya había hablado por teléfono con él, entró en la habitación eufórica y yo me quedé sin habla. No sabía qué decir. De eutanasia no sabía nada y no me gustaba mucho la idea. Me quedé en el umbral de la habitación. Como la cama de Ramón estaba de espaldas a la puerta, cuando no me vio preguntó a Rosa: "¿Y la amiga que me ibas a traer?". Me llamaron. El mismo Ramón dijo: "Ven, Moncha, que te quiero ver".

OR:
¿Te pusiste colorada?

RM:
No. Sólo cuando me desespero y no puedo hacer algo, me sube la fiebre. Me hizo gracia. Esas palabras me indicaron que no se trataba de una persona amargada como creía mucha gente. Hablamos y luego le trajeron un café. Rosa me hizo que yo le diera el café a Ramón. Fue un poco la intermediaria. No sé si ella tenía la intuición. La visita fue un sábado. Pasó el domingo y el lunes mientras trabajaba me la pasé todo el tiempo pensando en él. Tenía ganas de hablar con él. Lo busqué en la guía de teléfonos y lo encontré. Llamé y ya era la voz de él. ¡Me gustó! Respondió: "Hola". Siempre respondía de la misma manera. Me gustó tanto. Le hablé en castellano para disimular.

OR:
¿Cómo hablaba con la gente?

RM:
Si le hablaban en gallego, respondía en gallego, si no, en castellano. Entonces le dije: "¿Sabes quién soy yo?". El respondió: "Eres la locutora". ¡Me quedé muerta! El me escuchaba en la radio. Estuvimos hablando largo rato, luego me pidió mi teléfono para hablarme por la noche porque me tenía que ir a trabajar. Me llamó más tarde y yo le pregunté si podía ir a visitarlo. Fui el viernes, sábado y domingo. Así empecé a ir. Hasta que decidí que el domingo ya no iría. Siempre sin ocupar el tiempo de la gente que le gustaba estar con él: su familia, sus amigos y tal.

OR:
¿Cómo te presentaba con la gente?

RM:
Me presentaba como su amiga, claro. Era su amiga.

OR:
Me parece que desde el principio estaba abierto. Abierto a ti y abierto a la gente.

RM:
Con todo el mundo. Por eso me gustaría que la gente dejara de criticarlo. Quizás algunas veces se encontraba mal. Tenía una molestia, pero no sabía exactamente donde le dolía. Sin embargo, recibía a todo el mundo. A mí me recibió siempre. Me decía: "Tú eres... ¿Cómo me decía?".

OR:
¿Mi elexir?

RM:
Así es. Eso me decía. Cuando pasaba mala noche o se sentía mal, le decía que mejor me marchaba y él respondía que con mi presencia ya lo ponía buenísimo.

OR:
¿Cuando hablaron de su intención de marchar?

RM:
Hablábamos alguna vez y así. Me preguntaba qué me parecía y si estaba de acuerdo. Al principio a mí me daba pena, no quería que se me quisiera marchar. Pero no hay que ser egoistas. Si amas a una persona, hay que intentar ponerse de acuerdo. Si no, no funciona nada.

OR:
¿Tuviste sueños viendo a Ramón de otra forma?

RM:
Sí. Cuando hablábamos por teléfono yo le contaba el sueño que había tenido la noche anterior. Una vez lo soñé en silla de ruedas; otra, con las piernas descachufladas. Otras veces lo soñaba con muletas. Sólo una vez soñé que me abrazaba. Recuerdo que me cogía por la cintura. ¡Qué bonito! Se lo conté y me dijo que sí, que esa noche me había cogido por la cintura. Ya cuando se marchó, pasaron unos días y soñé que Ramón andaba y se movía por completo. Cuando me desperté me sentí tan feliz. Algo me dijo que Ramón era libre.


Al terminar de ver la película "Mar adentro" me sentí decepcionado por la forma en cómo se retrata a "Rosa", el personaje interpretado por Lola Dueñas. No es que fuera una mala actuación. Al contrario. Creo que Dueñas hizo un papel impresionante... pero no era Ramona Maneiro. Quizás no era ese el objetivo, sino crear un personaje de ficción, cogiendo rasgos de personas de aquí y de allí .

Sólo espero que los que leyeron esta entrega se hayan quedado con la misma impresión que Ramona Maneiro dejó en mí. El de una persona vital, abierta, tierna, idealista pero con los pies en la tierra. Una persona que probablemente en algún momento se quedó deslumbrada por los flashes de las cámaras que la asediaban, pero que se enfrentó con valentía a una serie de acusaciones que a más de uno lo hubieran dejado maltrecho. A Ramona Maneiro le afectaron, por supuesto que le afectaron. Sin embargo, fue un precio que estuvo dispuesta a pagar y que lo hizo con una sonrisa, fortalecida por el amor y el cariño que siente por Ramón Sampedro.

Esa y no otra era la intención de ofrecer esta entrevista inédita en su totalidad.

Como comenté en el preámbulo de la entrevista, tuve un amigo en una situación parecida a la de Ramón, aunque él no podía hablar. Al no saber sus intenciones, lo único que podíamos hacer por él era darle las condiciones para vivir de la mejor manera posible. Se marchó hace unas semanas. Esta entrevista surgió también por ti, Luis.

Para cerrar, qué mejor que hacerlo con las palabras de Ramón Sampedro. Cito la primera parte del poema que da título a la película de Alejandro Amenabar:

Los ensueños

Mar adentro, mar adentro,
y en la ingravidez del fondo,
donde se cumplen los sueños
se juntan dos voluntades
para cumplir un deseo.

Pueden leer el primer capítulo de "Cartas desde el infierno" en El MundoLibro.

La Casa del Libro ofrece "Cando eu caia", en gallego. Próximamente, Booket reeditará en castellano "Cartas desde el infierno".

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